¿Te has puesto a pensar que el bienestar del que gozamos hoy día es considerablemente mayor al de los siglos pasados gracias, entre otras causas, a los servicios que los ecosistemas nos prestan todos los días? En efecto, mucho del incremento de las actividades generadoras de riqueza, como el crecimiento industrial y el comercio, entre otras, sólo ha sido posible gracias a que los ecosistemas nos abastecen continuamente de sus bienes y servicios. Si los bosques hubieran dejado de producir la madera, los mares no mantuvieran las poblaciones de peces o los humedales hubiesen cesado de purificar el agua, la situación actual podría ser radicalmente distinta.
Desafortunadamente, este crecimiento ha causado el deterioro, la reducción o la desaparición de grandes superficies de ecosistemas. Hemos transformado millones de hectáreas de bosques, selvas y matorrales en campos agrícolas y potreros; muchas de las especies pesqueras se capturan sin descanso en todas las aguas del planeta; enviamos a la atmósfera millones de toneladas de gases de efecto invernadero y vaciamos en mares, ríos, lagos y suelos millones de toneladas de contaminantes que son, finalmente, residuos de nuestra vida diaria. En muchos casos los ecosistemas han sido capaces de resistir, e incluso revertir, el impacto de las actividades humanas y de sus residuos, pero sus límites de tolerancia se han rebasado. En algunos lugares, los humedales ya no detienen el embate de las tormentas y marejadas, y no purifican el agua; muchos ríos, lagos y mares no producen la cantidad de peces de décadas atrás y la atmósfera no tiene más la capacidad de autolimpiarse.
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